¿EL ALCOHOL FIJA LAS GRASAS?
¡HOLA BLOGGER@S!😋
Convivimos con las bebidas alcohólicas desde hace muchos años. Forman parte de la historia y la cultura de casi todos los pueblos y civilizaciones del mundo. Están presentes en celebraciones sociales, tradiciones, etc. Sobre ellas, existe un mito que relaciona a las bebidas alcohólicas con la fijación de las grasas al organismo y por tanto, con la imposibilidad de deshacernos de ellas. Pero, ¿qué hay de cierto en eso?
Bien, esta expresión parece indicar que cuando ingerimos alcohol, este tiene algún tipo de propiedad química para identificar a las células adiposas y evitar que se vacíen. Como sabéis, el organismo es mucho más complejo que eso, pero algo hay de razón en ello. Vamos a verlo.
Cuando el alcohol llega al estómago, avanza hasta el intestino delgado, donde pasa a la circulación sanguínea. El estómago es el primer órgano que procesa el alcohol: cerca del 20% se absorbe a través del revestimiento del estómago y el 80% es absorbido a través del intestino delgado. Una vez que el alcohol llega a la circulación sanguínea, se envía al hígado, donde debe ser asimilado. Después de tomar una copa, la concentración de alcohol en la sangre alcanza su nivel máximo en 30-45 minutos y vuelve al nivel normal una hora después, siempre que no se beba más.
El hígado es el principal órgano encargado de administrar y metabolizar los recursos que le llegan, entre ellos el alcohol que podamos ingerir.
El alcohol es un xenobiótico, es decir, una sustancia ajena a la fisiología humana. Debe, por ello, ser eliminada. Mientras que con el manejo habitual de nutrientes el hígado puede regular los tiempos y la dedicación de su intervención, cuando llega el alcohol no le queda otra opción que ocuparse de él inmediatamente. Es una situación de emergencia ya que un exceso del mismo podría suponer la muerte del individuo.
En la vía de degradación hepática el alcohol libera energía; para ser precisos, cada gramo aporta aproximadamente 7 calorías, dependiendo de la gradación que este posea. A mayor gradación, mayor aporte calórico. Los requerimientos energéticos del hígado son relativamente importantes, pero en general suele pasar que la situación pronto se va a ver energéticamente superavitaria (es decir, va a generar más energía de la que necesita).
Entonces, cuando una célula hepática obtiene la suficiente energía por parte del alcohol, deja de utilizar combustibles energéticos habituales (como la glucosa o los lípidos). Por tanto, la energía excedente se va a almacenar. ¿Cómo y dónde? Se va a depositar en forma de grasa en el tejido adiposo.
Esto no es todo. El alcohol, una vez dentro de la célula hepática, puede interactuar con el ADN favoreciendo la síntesis de enzimas relacionadas con la lipogénesis, es decir, con el proceso metabólico de formación de grasa.
De este modo, el alcohol genera un doble fenómeno. Por un lado, provoca que el hígado disminuya su consumo habitual de nutrientes, dejando más cantidad disponible para otros tejidos, como el adiposo. Y, por otro lado, favorece la síntesis de lípidos en el hígado, lo cual se traduce en una mayor provisión de lípidos a la sangre, que podrán ser usados para reservar aún más grasa en el tejido adiposo.
Cuando este fenómeno se vuelve crónico, las estructuras del hígado comienzan a degenerarse progresivamente y se pierde parte de la capacidad de liberar estos lípidos al plasma. Esto provoca una esteatosis hepática, comunmente conocida como hígado graso, una patología que si no es tratada puede conducir a una cirrosis.
Cabe destacar que en la actualidad no se consume alcohol puro, es decir, se toman bebidas alcohólicas. Estas tienen un alto índice glucémico en forma de hidratos de carbono, rápidamente absorbible. Además, es habitual acompañar estas bebidas alcohólicas con snacks poco saludables como pizzas, patatas chips, empanadas, etc. En este contexto se dan las condiciones adecuadas para un aumento de las reservas grasas en el tejido adiposo.
Como conclusión, el alcohol no fija las grasas, lo que provoca es un mayor acúmulo de ellas en el tejido adiposo y favorece su formación.
¿Os ha gustado? ¡Nos vemos en el siguiente post!
Fuentes: https://www.casildaplus.com/ennoticias/Derribando-mitos-el-alcohol-fija-las-grasas-20190313-0004.html
https://salud360.cienradios.com/verdad-o-mito-el-alcohol-fija-las-grasas/
Convivimos con las bebidas alcohólicas desde hace muchos años. Forman parte de la historia y la cultura de casi todos los pueblos y civilizaciones del mundo. Están presentes en celebraciones sociales, tradiciones, etc. Sobre ellas, existe un mito que relaciona a las bebidas alcohólicas con la fijación de las grasas al organismo y por tanto, con la imposibilidad de deshacernos de ellas. Pero, ¿qué hay de cierto en eso?
Bien, esta expresión parece indicar que cuando ingerimos alcohol, este tiene algún tipo de propiedad química para identificar a las células adiposas y evitar que se vacíen. Como sabéis, el organismo es mucho más complejo que eso, pero algo hay de razón en ello. Vamos a verlo.
Cuando el alcohol llega al estómago, avanza hasta el intestino delgado, donde pasa a la circulación sanguínea. El estómago es el primer órgano que procesa el alcohol: cerca del 20% se absorbe a través del revestimiento del estómago y el 80% es absorbido a través del intestino delgado. Una vez que el alcohol llega a la circulación sanguínea, se envía al hígado, donde debe ser asimilado. Después de tomar una copa, la concentración de alcohol en la sangre alcanza su nivel máximo en 30-45 minutos y vuelve al nivel normal una hora después, siempre que no se beba más.
El hígado es el principal órgano encargado de administrar y metabolizar los recursos que le llegan, entre ellos el alcohol que podamos ingerir.
El alcohol es un xenobiótico, es decir, una sustancia ajena a la fisiología humana. Debe, por ello, ser eliminada. Mientras que con el manejo habitual de nutrientes el hígado puede regular los tiempos y la dedicación de su intervención, cuando llega el alcohol no le queda otra opción que ocuparse de él inmediatamente. Es una situación de emergencia ya que un exceso del mismo podría suponer la muerte del individuo.
En la vía de degradación hepática el alcohol libera energía; para ser precisos, cada gramo aporta aproximadamente 7 calorías, dependiendo de la gradación que este posea. A mayor gradación, mayor aporte calórico. Los requerimientos energéticos del hígado son relativamente importantes, pero en general suele pasar que la situación pronto se va a ver energéticamente superavitaria (es decir, va a generar más energía de la que necesita).
Entonces, cuando una célula hepática obtiene la suficiente energía por parte del alcohol, deja de utilizar combustibles energéticos habituales (como la glucosa o los lípidos). Por tanto, la energía excedente se va a almacenar. ¿Cómo y dónde? Se va a depositar en forma de grasa en el tejido adiposo.
Esto no es todo. El alcohol, una vez dentro de la célula hepática, puede interactuar con el ADN favoreciendo la síntesis de enzimas relacionadas con la lipogénesis, es decir, con el proceso metabólico de formación de grasa.
De este modo, el alcohol genera un doble fenómeno. Por un lado, provoca que el hígado disminuya su consumo habitual de nutrientes, dejando más cantidad disponible para otros tejidos, como el adiposo. Y, por otro lado, favorece la síntesis de lípidos en el hígado, lo cual se traduce en una mayor provisión de lípidos a la sangre, que podrán ser usados para reservar aún más grasa en el tejido adiposo.
Cuando este fenómeno se vuelve crónico, las estructuras del hígado comienzan a degenerarse progresivamente y se pierde parte de la capacidad de liberar estos lípidos al plasma. Esto provoca una esteatosis hepática, comunmente conocida como hígado graso, una patología que si no es tratada puede conducir a una cirrosis.
Cabe destacar que en la actualidad no se consume alcohol puro, es decir, se toman bebidas alcohólicas. Estas tienen un alto índice glucémico en forma de hidratos de carbono, rápidamente absorbible. Además, es habitual acompañar estas bebidas alcohólicas con snacks poco saludables como pizzas, patatas chips, empanadas, etc. En este contexto se dan las condiciones adecuadas para un aumento de las reservas grasas en el tejido adiposo.
Como conclusión, el alcohol no fija las grasas, lo que provoca es un mayor acúmulo de ellas en el tejido adiposo y favorece su formación.
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Fuentes: https://www.casildaplus.com/ennoticias/Derribando-mitos-el-alcohol-fija-las-grasas-20190313-0004.html
https://salud360.cienradios.com/verdad-o-mito-el-alcohol-fija-las-grasas/
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